Un gran abrazo solidario a los hermanos chilenos.
Que Dios, con su mirada misericordiosa se acuerde de ellos y los ayuda a salir de ésta catástrofe.
www.amanda-amimanera.blogspot.com
- Amanda
- Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
- Ideas, recuerdos, añoranzas y algo más
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domingo, 28 de febrero de 2010
domingo, 21 de febrero de 2010
hola soy nueva en esto
Espero recibir mucha correspondencia. Me encantaría que lean mi blog. Me encanta unirme al blog de mayores. Espero ser bienvenida.
sábado, 20 de febrero de 2010
Saludo de presentación
Hola. Me llamo Amanda y estoy comenzando a escribir mi blog.
Como no tengo experiencia en esto, tengo que tratar de lograrla para mejorar lo que estoy comenzando.
En principio, ni por milagro le pude poner música.
Por supuesto, la música que deseaba poner como fondo es la version de María Martha Serra Lima, de A mi manera.
¿Por qué elegí esa música?
Hace unos años atrás, yo hacía un programa de radio que tenía ese título y esa cortina musical.
Fué una etapa muy linda de mi vida, porque sobre todo me interesa la comunicación con las personas. Y les aseguro, que a través de la radio, la comunicación es permanente.
Bueno. Hoy ya sin programa radial, espero lograr una buena comunicación con los lectores a través de éste medio.
Mi deseo es que les gusten las cosas que escribo y que asiduamente entren en mi blog para leerlas.
Un abrazo a todos y espero que nos podamos comunicar.
Amanda
Como no tengo experiencia en esto, tengo que tratar de lograrla para mejorar lo que estoy comenzando.
En principio, ni por milagro le pude poner música.
Por supuesto, la música que deseaba poner como fondo es la version de María Martha Serra Lima, de A mi manera.
¿Por qué elegí esa música?
Hace unos años atrás, yo hacía un programa de radio que tenía ese título y esa cortina musical.
Fué una etapa muy linda de mi vida, porque sobre todo me interesa la comunicación con las personas. Y les aseguro, que a través de la radio, la comunicación es permanente.
Bueno. Hoy ya sin programa radial, espero lograr una buena comunicación con los lectores a través de éste medio.
Mi deseo es que les gusten las cosas que escribo y que asiduamente entren en mi blog para leerlas.
Un abrazo a todos y espero que nos podamos comunicar.
Amanda
Los que fueron
Voy caminando por la calle y los veo ahí. Uno, mas allá otro, a media cuadra otro más. O a lo mejor otra, porque están tapados hasta la cabeza.
No se distinguen, envueltos en una manta, y otra, y otra de distinto color.
Nunca había visto la cantidad de hombres y mujeres que viven actualmente en la calle.
Siempre estuvieron, pero nunca como en estos últimos años.
Y cuando paso a su lado me pregunto:
¿Cómo llegaron a esto?
Como se llega a la terrible situación de perderlo todo, todo.
Casa, ropa, muebles, familia amigos, dignidad.
¿Habrán sido alguna vez como nosotros?
Tomarían mate en la cocina, al calor de las hornallas, cambiarían las sábanas y lavarían los platos?
Volverían de sus trabajos, llevarían los chicos al colegio, irían al supermercado, escucharían la radio, caminarían por las mismas calles que hoy los refugian. Mirarían vidrieras.
Pagarían impuestos, saludarían a sus vecinos, estarían enamorados, se bañarían, tendrían amigos?
¿Y después qué?
Como perdieron cada una de sus obligaciones?
¿Cómo perdieron cada uno de sus placeres?
¿Cómo perdieron todo, hasta llegar a la situación de no tener nada?
¿Cómo fueron dejando por el camino amor, familia, trabajo?
¿Cómo se llega a esto?
Me asusta pensar que ésta gente alguna vez vivió como vos, como yo
Y ahora están ahí, en la calle, durmiendo bajo un cielo que les sirve de techo. Comiendo lo que encuentran y dejando transcurrir sus vidas. ¿Sus vidas? que tal vez no tengan sentido.
¿Cómo se llega a esto?
Me asusta. Realmente me asusta.
No se distinguen, envueltos en una manta, y otra, y otra de distinto color.
Nunca había visto la cantidad de hombres y mujeres que viven actualmente en la calle.
Siempre estuvieron, pero nunca como en estos últimos años.
Y cuando paso a su lado me pregunto:
¿Cómo llegaron a esto?
Como se llega a la terrible situación de perderlo todo, todo.
Casa, ropa, muebles, familia amigos, dignidad.
¿Habrán sido alguna vez como nosotros?
Tomarían mate en la cocina, al calor de las hornallas, cambiarían las sábanas y lavarían los platos?
Volverían de sus trabajos, llevarían los chicos al colegio, irían al supermercado, escucharían la radio, caminarían por las mismas calles que hoy los refugian. Mirarían vidrieras.
Pagarían impuestos, saludarían a sus vecinos, estarían enamorados, se bañarían, tendrían amigos?
¿Y después qué?
Como perdieron cada una de sus obligaciones?
¿Cómo perdieron cada uno de sus placeres?
¿Cómo perdieron todo, hasta llegar a la situación de no tener nada?
¿Cómo fueron dejando por el camino amor, familia, trabajo?
¿Cómo se llega a esto?
Me asusta pensar que ésta gente alguna vez vivió como vos, como yo
Y ahora están ahí, en la calle, durmiendo bajo un cielo que les sirve de techo. Comiendo lo que encuentran y dejando transcurrir sus vidas. ¿Sus vidas? que tal vez no tengan sentido.
¿Cómo se llega a esto?
Me asusta. Realmente me asusta.
Recuerdos de mi barrio
RECUERDOS DE MI BARRIO
Estoy mirando a través de la ventana y los recuerdos se agolpan en mi mente.Me veo con pocos años, alta, flaca, con la bicicleta color “verde Nilo” que era la envidia del barrio, con la que daba interminables vueltas por la plaza Ameghino, frente a la vieja cárcel. La que en la esquina de Caseros y Juan Carlos Gómez tenía un puesto en el que vendían pan que diariamente hacían los presos, y algunas artesanías de la misma procedencia. La de las caminatas por el barrio de Parque de los Patricios, con su arboleda, y el globo de Huracán destacándose en la fachada del club de mis amores. Una calle Caseros llena de negocios y cines que eran el orgullo del barrio.El Urquiza, (miércoles día de damas, entrada 0,80 centavos), el Patricios que era el más elegante, enfrente el Rivas y en la otra cuadra sobre “Rioja” el Pablo Podestá, donde solamente iban los hombres, porque ninguna mujer se hubiera atrevido a entrar al “Pablito” como se lo conocía en el barrio.Tiempo de vidas sencillas, sin grandes ambiciones. De caminatas diarias desde casa hasta el ombú de Almafuerte y Caseros, mirando todos los días las mismas vidrieras y saludando a la misma gente.Me veo subiendo las escalinatas del “Bernasconi” erguido sobre la loma que mira a la calle Rondeau, con el guardapolvo blanco, al que mamá se empeñaba en dejar duro, planchando sus tablas con almidón Colman.Y a la tarde, lunes y jueves, lecciones de piano en lo de la señorita Jovita. En la sala de la casa donde vivía con sus padres y una hermana, y donde mamá me esperaba en la vereda, debajo de la ventana, deleitándose mientras me escuchaba maltratar a Heller, a Bach, a Beethoven o martillear las aburridísimas escalas de Hannón.Tiempos de abundante trabajo de 8 horas. De tardes de verano en la vereda, charlando con los vecinos, mientras los chicos jugábamos a la rayuela, a las escondidas o a las estatuas. Tiempo donde crecíamos en la inocencia, jugando en la calle sin peligro, bajo la atenta mirada de mamá, que era orgullosamente “ama de casa”. Que para sentirse realizada, no necesitaba ser ejecutiva de ninguna empresa importante, porque la mejor empresa era su casa, su cocina, su radioteatro de la tarde, mientras tomaba mate y planchaba con su moderna plancha Ericsson.Tiempos en los que se nos permitía ser felices, donde todos nuestros amigos tenían a su mamá y a su papá, donde las palabras separación, divorcio, eran casi inexistentes.. Como eran inexistentes las palabras desocupación, piqueteros, dólar, corrupción, deuda externa, Fondo Monetario Internacional, riesgo país.Donde el juez era un personaje inalcanzable y respetado por su rectitud. Donde los artistas eran de vida misteriosa, desconocida, sin escándalos, sin ventilar sus miserias, ni sus intimidades. Salvo algún “chimentito” aparecido en Antena o Radiolandia.Tiempos en los que no hacía falta el psicólogo, ni la psicopedagoga, porque todo era claro y sencillo. Blanco o negro. Bueno o malo. Hoy, que la vida cambió tanto, que las mujeres salen a trabajar mientras dejan en manos de otra mujer la crianza de sus hijos, hoy que casi todas las abuelas hacen las veces de mamá de sus nietos, y los abuelos van a buscarlos al colegio, le doy gracias a Dios por haberme permitido vivir la otra vida, la de la sencillez, la de la simpleza, la de ser felices con lo que se tenía, sin envidiar ni ambicionar lo del vecino, la de los contratos innecesarios, porque bastaba un apretón de manos para saber que el otro no nos iba a defraudar.Hoy que vivimos apurados, a veces sin siquiera saber por qué corremos tanto, miro hacia atrás y añoro la calma de mi barrio, la seguridad de sus calles, la tranquilidad de nuestras vidas que hacía que tuviéramos tiempo para todo.Y sueño con una vida sin sobresaltos, sin desocupación, sin familia desmembradas. Sueño con chicos felices como lo fuimos nosotros, chicos que tengan el futuro que a nosotros nos robaron, que no tengan que irse a otro país para realizar sus proyectos. Sueño con padres que tengan la tranquilidad de tener a sus hijos cerca, sin la angustia de pensar que en cualquier momento sacan un pasaporte y se van a buscar su destino lejos de la patria, lejos de sus afectos.Sueño con que podamos tenerlos siempre cerca, y cada tanto, cuando las ocupaciones lo permiten, poder reunirnos todos juntos en la mesa y disfrutar de lo único que nunca debe morir, lo único que tenemos defender por sobre todo. La familia.
Estoy mirando a través de la ventana y los recuerdos se agolpan en mi mente.Me veo con pocos años, alta, flaca, con la bicicleta color “verde Nilo” que era la envidia del barrio, con la que daba interminables vueltas por la plaza Ameghino, frente a la vieja cárcel. La que en la esquina de Caseros y Juan Carlos Gómez tenía un puesto en el que vendían pan que diariamente hacían los presos, y algunas artesanías de la misma procedencia. La de las caminatas por el barrio de Parque de los Patricios, con su arboleda, y el globo de Huracán destacándose en la fachada del club de mis amores. Una calle Caseros llena de negocios y cines que eran el orgullo del barrio.El Urquiza, (miércoles día de damas, entrada 0,80 centavos), el Patricios que era el más elegante, enfrente el Rivas y en la otra cuadra sobre “Rioja” el Pablo Podestá, donde solamente iban los hombres, porque ninguna mujer se hubiera atrevido a entrar al “Pablito” como se lo conocía en el barrio.Tiempo de vidas sencillas, sin grandes ambiciones. De caminatas diarias desde casa hasta el ombú de Almafuerte y Caseros, mirando todos los días las mismas vidrieras y saludando a la misma gente.Me veo subiendo las escalinatas del “Bernasconi” erguido sobre la loma que mira a la calle Rondeau, con el guardapolvo blanco, al que mamá se empeñaba en dejar duro, planchando sus tablas con almidón Colman.Y a la tarde, lunes y jueves, lecciones de piano en lo de la señorita Jovita. En la sala de la casa donde vivía con sus padres y una hermana, y donde mamá me esperaba en la vereda, debajo de la ventana, deleitándose mientras me escuchaba maltratar a Heller, a Bach, a Beethoven o martillear las aburridísimas escalas de Hannón.Tiempos de abundante trabajo de 8 horas. De tardes de verano en la vereda, charlando con los vecinos, mientras los chicos jugábamos a la rayuela, a las escondidas o a las estatuas. Tiempo donde crecíamos en la inocencia, jugando en la calle sin peligro, bajo la atenta mirada de mamá, que era orgullosamente “ama de casa”. Que para sentirse realizada, no necesitaba ser ejecutiva de ninguna empresa importante, porque la mejor empresa era su casa, su cocina, su radioteatro de la tarde, mientras tomaba mate y planchaba con su moderna plancha Ericsson.Tiempos en los que se nos permitía ser felices, donde todos nuestros amigos tenían a su mamá y a su papá, donde las palabras separación, divorcio, eran casi inexistentes.. Como eran inexistentes las palabras desocupación, piqueteros, dólar, corrupción, deuda externa, Fondo Monetario Internacional, riesgo país.Donde el juez era un personaje inalcanzable y respetado por su rectitud. Donde los artistas eran de vida misteriosa, desconocida, sin escándalos, sin ventilar sus miserias, ni sus intimidades. Salvo algún “chimentito” aparecido en Antena o Radiolandia.Tiempos en los que no hacía falta el psicólogo, ni la psicopedagoga, porque todo era claro y sencillo. Blanco o negro. Bueno o malo. Hoy, que la vida cambió tanto, que las mujeres salen a trabajar mientras dejan en manos de otra mujer la crianza de sus hijos, hoy que casi todas las abuelas hacen las veces de mamá de sus nietos, y los abuelos van a buscarlos al colegio, le doy gracias a Dios por haberme permitido vivir la otra vida, la de la sencillez, la de la simpleza, la de ser felices con lo que se tenía, sin envidiar ni ambicionar lo del vecino, la de los contratos innecesarios, porque bastaba un apretón de manos para saber que el otro no nos iba a defraudar.Hoy que vivimos apurados, a veces sin siquiera saber por qué corremos tanto, miro hacia atrás y añoro la calma de mi barrio, la seguridad de sus calles, la tranquilidad de nuestras vidas que hacía que tuviéramos tiempo para todo.Y sueño con una vida sin sobresaltos, sin desocupación, sin familia desmembradas. Sueño con chicos felices como lo fuimos nosotros, chicos que tengan el futuro que a nosotros nos robaron, que no tengan que irse a otro país para realizar sus proyectos. Sueño con padres que tengan la tranquilidad de tener a sus hijos cerca, sin la angustia de pensar que en cualquier momento sacan un pasaporte y se van a buscar su destino lejos de la patria, lejos de sus afectos.Sueño con que podamos tenerlos siempre cerca, y cada tanto, cuando las ocupaciones lo permiten, poder reunirnos todos juntos en la mesa y disfrutar de lo único que nunca debe morir, lo único que tenemos defender por sobre todo. La familia.
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